El consejero de Vivienda reinaugura la Casa de Juan Paje, en la calle Obispo Urquinaona , donde volverán 16 inquilinos que malvivieron en ellas antes de la reforma · Once pisos servirán de realojo
"La Casa de Juan Paje se llenó con las familias inquilinas, que recibieron las llaves."
Algún hábil repartidor al que nadie vio había logrado colarse ayer en la Casa de Juan Paje para repartir publicidad de un conocido supermercado en unos buzones que no tenían aún nombres. Un repartidor, hace cuatro años, tenía que atravesar un siniestro pasillo de 18 metros de largo para dejar panfletos en la misma casa. No debía llegar mucha publicidad a esa casa entonces. Pero es que a esa casa no habían llegado ni los cuartos de baño. Ayer, el consejero de Vivienda y Ordenación del Territorio de la Junta, Juan Espadas, inauguraba por segunda vez esta casa cuatro siglos después de la primera (hay referencias sobre la existencia de la Casa Grande de 1632).
La finca está terminada desde hace más de un mes, a la espera de una conexión que terminará de hacerse esta semana y que impide que, de momento, haya luz y agua en la finca. La entrega de llaves fue simbólica, puesto que los vecinos habrán de esperar algún tiempo para mudarse, pero más esmerada que en otras ocasiones porque las llaves venían en cajitas de madera y envueltas en virutas y las sillas de plástico se habían cubierto con fundas de tela con lazo con los colores andaluces. Como la Casa de Juan Paje se había convertido en uno de los emblemas de la infravivienda en el casco histórico de Cádiz, el final de su rehabilitación es uno de los emblemas de la eliminación de los partiditos. Por eso al acto acudieron los delegados provinciales de Gobierno (José Antonio Gómez Periñán) y Vivienda (Gabriel Almagro) y la gerente de la Oficina de Rehabilitación, Silvia López, entre otros. Y los nuevos vecinos.
A 16 de las 27 familias inquilinas no les hacía falta mirar las fotos colocadas en la planta baja. Eran imágenes de la casa antes de la reforma y ellos ya habían sufrido esa realidad en carnes. El resto son realojados. Entre los vecinos abundaron las reacciones de alegría en la entrega de llaves. La antigua vecina de la única vivienda del número 23, Juana Ramos, aseguraba que se había "quedado muerta" al ver el resultado de la reforma. La familia de Juan e Isabel vivía en la segunda planta del segundo patio, en dos partiditos, y ve fallos en su casa. Él sale al balcón para mostrar óxido y pintura saltada y ella recorre los cuatro dormitorios para demostrar que son pequeños para una familia numerosa como la suta. Del tubo de la campana de la cocina no había ni rastro.
Fuente: El Diario de Cádiz
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